ETAPA 8: GERNIKA - LEZAMA


La ruta en sí no ha estado nada mal. Ha sido una rutita agradable y sin especiales subidas ni bajadas. La mañana en Gernika apareció dormida, nublada, pero en el País Vasco una mañana así engaña. A veces es rocío y humedad que, conforme van pasando las primeras horas, desaparece evaporandose en nubecitas blancas. Otros días parece que va a amanecer igual, pero la humedad se acaba apelmazando, se encariña con la tierra, y acaba abrazando las montañas, y dejando el cielo totalmente cubierto durante todo el día.




Amanecer en Gernika. Misterioso, neblino, llevándote por calles sin inventar, hacia el final de una ciudad fantasma.


El amanecer se va despertando con retraso.



Hoy ha habido suerte, y el día se ha acabado desperezando, y las nubes han ido disolviéndose como algodón de azúcar. 

Al principio de la ruta te encuentras un pequeño alto, bastante fácil de superar. Quizás lo más complicado han sido los tres quilómetros  restantes, todos de carretera. La carretera, a las puertas de Bilbao, va ganando terreno, y se hace difícil pasear por los bosques sin encontrarnos una autopista, una carretera, o un camino cortado que te empuja a ir por el arcén de la carretera.


Las casas particulares no se olvidan tampoco del peregrino, y en este caso habilita una pequeña fuente de agua -ura- para el cansado peregrino.

Vaya pedazo de cabrón me encontré por el camino.





De hecho, debido a que ayer tuve que  dormir en un albergue privado, quedé bastante escarmentado. Hoy, debido a esto, he acelerado la hora de salida, he cogido un buen ritmo...y he llegado....¡El primero!. ¡Ja! Había aprendido la lección. De hecho, el grupito de malagueños ya había avisado que no se quedarían en Lezama, porque cambiarían de albergue, la pareja zaragozana se había quedado en Gernika y ya no venía más, y el grupito de mataroninas se levantó muy tarde porque habían salido de noche. Yo sabía que el albergue de Lezama era pequeñito, y no quería complicaciones.

El albergue, de hecho, consiste en la parte baja de un centro cívico, o una casa de cultura, o como se le llame, que, en verano, han habilitado como dormitorio. Está bonito, es pequeño -¿unas 15 camas?- y muy agradable. 


Iglesia de Lezama.

Los aviones que van a Bilbao pasan frecuentemente por Lezama.
Lezama està a unos pocos quilómetros de Bilbao, y realmente es poco más que un pequeño pueblo-dormitorio. Casi no tiene tiendas, y como mucho puedes comprar pan en una panadería, y algo de fruta en un par de tiendas. Un par de bares y poca cosa. Es un día para estar a gusto con tus compañeros, y disfrutarlos a fondo, porque generalmente se convierte en la última etapa antes de la despedida en Bilbao, donde muchos abandonan el camino. 

Mis jóvenes compañeras peregrinas, escuchando las frustraciones vitales de un pseudo -hippy peregrino.

De hecho, encabezonado yo en saber aprovechar y buscar los momentos donde uno debe agradecer las cosas, dediqué la cena de esta etapa a despedirme con un regalo a mis mataroninas: unas conchas, siguiendo la tradición de regalar la concha que te va a hacer volver al camino. Ojalá sea así, y sigan la tradición.


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