ETAPA 15: GÜEMES - SANTANDER

Después de estar en el paraíso de Güemes, toca bajar a la tierra, o al infierno -para algunos- del albergue de Santander. A pesar de no ser un albergue especialmente recomendable, según algunas experiencias con algunos hospitaleros, se hace casi imprescindible parar en Santander, para apreciar la ciudad, y para no hacer una etapa excesivamente larga. Sin embargo, también hay ahora un albergue en Santa Cruz de Bezana, bastante recomendable. Cuando yo pasé ese albergue no existía, y dormí en una pensión.

Afortunadamente, ese descenso del paraíso al infierno se hace en una etapa celeste. Celeste mar, celeste nube, celeste cielo, verde césped, y gris acantilado. De las tres opciones que se aconsejan en Güemes, es indudable que se debe coger la variante no-señalizada, la de la costa, que te lleva por un paisaje sabroso, delicioso, en una etapa corta e intensa. 

A veces el día parece presentarse totalmente soleado, con una bruma baja que  parece no ser importante.

Sin embargo, en esas ocasiones la niebla se levanta, y puede acabar haciendo del día  una etapa totalmente nublada. Buena para caminar, deseado siempre que no llueva.

Despedida del albergue de Güemes, del cual es difícil no llevarse un buen recuerdo.

La primera parte te lleva por unos prados verdes que te van acercando a los acantilados esperados.

Los prados tranquilos, de curvas suaves, son la tónica general de los primeros paisajes cántabros. 

 Pronto se llega a Galizano, lugar donde se debe olvidar la señalización, y buscar las playas para lanzarse de cabeza a los primeros paisajes impactantes.

Primera de las playas que se divisan desde arriba. No será la última.

Peregrino aficionado a la fotografía.

El trayecto por los acantilados es apto para ciclistas, también, aunque se sufre de manera importante en alguna subidita.

El acantilado te lleva hasta el descenso a la playa de Somo, que se debe atravesar plenamente. Momento para quitarse las botas, y hacer lo que se llevaba deseando a lo largo de toda la etapa. Contacto pie - arena. Contacto con la tierra. Acercamiento a la madre, que dirían los psiconalistas. En conclusión: paseíto sabroso, lento, degustando cada paso, cada caricia con la tierra, cada olita que se acerca, hasta llegar al sitio donde uno debe volver a ponerse las botas y acercarse al embarcadero de Somo, que te llevará a pleno centro de Santander.

Perro cántabro meditando.

Subiendo al ferry que nos llevará a Santander

Llegado a Santander, no queda otra opción que hacer de tripas corazón, e ir hacia el albergue, para poder pasear por Santander, que lo merece. 

Como ya se suele avisar en Güemes, existe la posibilidad de avanzar un poco más, y dormir en Santa Cruz  de Bezama, en un piso que el bar Nimon alquila por 12 euros. Actualmente también hay un albergue muy recomendable. También se puede ir un poquito más allá hasta Boo de Piélagos, y dormir allí, en unos apartamentitos para seis. De estas dos opciones, la más recomendable sin duda es la de Boo de Piélagos, que tienen una pinta muy interesante y cuesta 15 euros, pero tiene cocina para cada apartamentito.. Yo rompí mi norma de ir poco a poco, y estiré la etapa hasta Santa Cruz. La habitación estaba muy limpia y nueva, pero ningún peregrino optó por ello, con lo que la soledad me acompañó toda la tarde, y eso no es lo que todos los peregrinos desean. Quizás ahora la opción del albergue en la misma población será la mejor opción.