ETAPA 36: MIRAZ - SOBRADO DOS MONXES

La etapa más dura de Galicia se suavizaba al haber dormido en Miraz, transformándola en una etapa de longitud aceptable. Si uno viene ya con toda la experiencia del camino, y en buen estado, puede permitirse unir esta etapa a la anterior, y hacerla toda de un tirón. Yo me la había organizado en dos partes, y me fue de fábula. Ya conté mis sufrimientos en la etapa anterior, al perderme, y al estar la ampolla en uno de sus momentos más deplorables. Mi arcángel Gabriel, el peregrino ibicenco-nórdico-reusenc me proporcionó un compeed amplio, para la planta del pie, que me alivió y me ayudó a superar esta etapa y la siguiente. Cuando quise comprarlo y devolvérselo, ya no lo volví a ver. Es lo que tienen los arcángeles. Pero eso será en la próxima etapa. 

Salimos de Miraz con un amplio desayuno y fuertes abrazos de nuestros hospitaleros ingleses. Nuestra conquista del territorio inglés fue dura, pero efectiva, y la despedida fue afectuosa. 

Para seguir el camino hay que seguir unos metros atrás.

La mañana amenazaba lluvia, y a pesar de que la dura subida no tenía mucha tierra, sino fragmentos de asfalto o piedra, uno no podía dejar de desear que apareciera de una vez un sol abandonado hace días en Ribadeo. Efectué poco a poco la súbida, rodeado de un paisaje extraño, muy especial, sin bosque, sin árboles, por primera vez en mucho tiempo, rodeado de un mar de genista florecida entre piedras, todo un mar amarillo alrededor maravilloso, pero misterioso, casi lunar -si es que en la luna se pudiera cultivar la genista-.

Foto en blanco y negro para entender lo escrito en la roca. La original, a laderecha

Aquí tenemos la misma foto, pero en color.

Paisaje de la parte alta. Sin árboles, todo se me hacía muy raro. 



Pronto, cientos de metros después, uno descubre el porqué de todo ese cambio en la flora. Los incendios. Al parecer, un incendio había asolado hacia varios años ese territorio, y el bosque había desaparecido hace tiempo. Los árboles -o lo que quedaba de ellos- totalmente quemados, carbonizados, empezaron a aparecer. Los años habían dado lugar a lo que debía ser el primer paso de creación de un nuevo bosque en aquellas contradas: el sotobosque, el liquen, la genista, el bosque bajo, rodeado quizás de pequeños arbustos que podían ser perfectamente los futuros robles en varias decenas de años. El tono de todo e nconjunto era agridulce, sin saber bien qué era lo que predominaba, si lo agrio de ver un territorio destrozado por el fuego, y por la mano del hombre, seguramente, o si lo dulce de ver el renacimiento, el círculo de la vida, el volver a surgir. No me quedé mucho tiempo contemplando aquello, y decidí acelerar el ritmo. 


Restos de los árboles carbonizados. Sentimiento amargo.

Después de llegar al Alto de Mamoa, se va pasando por varias Aldeas, la mayoría de ellas sin servicios, pequeñas reuniones de casas con ganado. Carreteras agradables, caminos sencillos, y aunque el dolor de mi ampolla seguía estando presente, me preocupaba más la posibilidad de una lluvia intensa que no mi pie, ya que aunque presente, lo notaba más suavizado que a lo largo del día anterior. 

Pasas de esa manera por A Cabana, Marcela, y Cortaporcos. Allí, una pareja de gallegos muy agradable tiene un pequeño barecito en casa con productos propios, quesos muy sabrosos. Me he encontrado allí a mi arcángel, qeu me invitaba a tomar algo con los pasiegos. Así lo he hecho, y ha sido una tortilla de queso deliciosa, con huevos de granja, y queso gallego. Casa Roura, se llama el sitio.

Gabriel, a la derecha, con los dos simpáticos amos del lugar

A partir de ahí, la lluvia ha vuelto a atacar fuerte. Llegando a O Meson las fuerzas -más que nada las psicológicas- estaban muy limitadas, y he aprovechado el oasis de los peregrinos con lluvia: las paradas de autobus, pequeños recipientes de pvc llenos de arañas, donde caben tres o cuatro personas, pero que para un peregrino son un paraíso para poder descansar, olvidarse de la lluvia, e incluso descalzarse durante unos minutos.




Cuando queda poco, pero también  las fuerzas son pocas, uno se encuentra en una paradoja curiosa. No tiene más ganas de caminar, pero es consciente de que si no avanzas, la etapa no se termina, y de que cuanto antes empieces a caminar, antes acabará el calvario de la lluvia, los pies encharcados, y la ampolla doliendo. Sólo la idea del descanso, de la ducha, de los pies secos, son lo que te hacen levantarte, ponerte el poncho de agua, y salir nuevamente a dar un paso, y otro, y otro. No piensas en los quilómetros que te quedan. Solo piensas en ese paso. Un paso menos. Y así, llegas a donde tienes que llegar. A  tu tierra. A la tierra de, peregrino. A Coruña. Santiago te está esperando, y ya estás en su provincia. Es la última provincia. Guipuzcoa, Vizcaya, Cantabria, Asturias, Lugo. Estás en casa. Estás donde querías estar. Y empiezas a comprender.

Llegada a A Coruña. Primer mojón del camino con esa indicación

La lluvia ha empezado a amainar. El camino se ha empezado a relajar. Uno adivina, casi por intuición, que está llegando a Sobrado dos Monxes. Se ve más civilización. Una carreterita te acompaña, y al lado ves aparecer un bonito lago, que en días de verano debe ser paraiso para peregrinos cansados, deseosos de llegar, pero que se relajarán un ratito antes de acabar su camino pocos centenares de metros después. Y así es. Después de algunas curvas, se ve a lo lejos las torres. No son las de Santiago, pero casi. Las torres del monasterio de Sobrado aparecen al final de todo. Ha sido emocionante entender, ver, sentir, comprender, oler...que la última etapa importante del camino del norte se había acabado, y que la había superado. Con ampolla. Con soledad. Con lluvia. Con los pies encharcados. Conmigo. Y comprender también que eso, en parte, empezaba a formar parte del final. Porque este era el final, en parte, del camino del norte. La próxima etapa tocaba dormir en Arzúa, un albergue que ya pertenecía al camino francés. Este era la última noche en territorio del camino del norte.
Al final, al fondo, las torres de Sobrado


Es curiosa la sensación de peregrino. Llegué sobre las cinco o seis., con varios turistas aún mirando el monasterio. Sentí la sensación de ser especial, una especie de gran gurú, de estar flotando, de ser una especie de superman que vuela por encima del mundo. No sé si otros peregrinos se han sentido así, pero después de superar una etapa así, mis sensaciones fueron esas. Eso sí, acompañadas de una humildad, de un amor fraterno, de unas ganas de ayudar, increibles. Sin querer blasfermar, se siente uno un poco dios hecho hombre.

Un monje nos llevó, a traves del claustro, a unas dependencias preparadas para peregrinos. Estuve en la misa, cantada, y luego unos cuantos peregrinos fuimos a cenar a uno de los bares del pueblo. Todo agradable, y la sensación de irse a la cama con la impresión de haber hecho todo lo que tenías que hacer. Plenitud y relajación. 



2 comentarios:

  1. Enhorabuena por este genial blog, Carlos. Las fotos son espectaculares y con tus relatos me has transmitido grandes sensaciones y muchísimas ganas de empezar cuanto antes este camino. Cuando tengas un rato, sube las entradas desde sobrado a Santiago, que no puedo esperar a saber cómo ha terminado tu aventura con tu arcángel y tu mini ampolla ;)

    Voy a hacer el camino norte en abril del año que viene y por eso me he empapado de tu blog,me ha dado muchas ideas y sugerencias, gracias. Pensaba hacerlo en compañía de mi perro, un golden y quería preguntarte si tú crees que voy a encontrar muchos problemas al ir con el perro. En los alojamientos, las barcas, etc. Encontraste gente que lo llevaba?

    Muchas gracias por compartir este blog y enhorabuena una vez más!!!

    ResponderEliminar
  2. Hola Álvaro:

    Muchísimas gracias. ES sorprendente, y muy grato, saber que hay gente leyendo este blog, y que además, les sirve de alguna utilidad.

    Sobre la aventura con tu golden. Vi pocos perros en el camino. En mi primera etapa, encontre dos jóvenes catalanas en Irún, que se habían rendido, y habían vuelto atrás. Decían que cada dos por tres estaban discutiendo con los hospitaleros, porque muchos no aceptaban perro. Recuerdo también en Bilbao una pareja que había llegado hasta allí con un perro, pero no sé cómo se lo habían organizado. En las barcas no creo que tengas problema.

    Solución? Una, llamar días antes a los albergues, para ver qué humos tiene cada hospitalero que vayas a encontrarte en esas fechas en los albergues. La segunda solución és complementaria, y consistiría en llevar tienda de campaña. Eso siempre que seas un supermán de esos que puede llevar una mochila de 15 kilos, o algo así. Yo vi gente con tienda, y les era muy util, porque hay muchas playitas encantadoras donde poder dormir. Eso sí, yo no podría soportar ese peso.

    Espero haberte ayudado. Una vez más, gracias por tu apoyo. Se agradece y se necesita.

    Buen camino!

    ResponderEliminar