ETAPA 38: ARZUA - PEDROUZO

El camino francés es totalmente diferente a lo que estaba viviendo en el del norte. Te puede gustar o no: eso ya es una decisión propia de cada uno, porque lo que realmente importa no es lo que vives, sino adaptarse y disfrutarlo. Por ejemplo, una de las cosas positivas es que las posibilidades de conocer gente, y quizás de hacer amistades, son mucho más numerosas que en el del norte.

Albergue de Arzúa. Bonito por fuera, y bastante agradable por dentro. Merece la pena.
He desayunado en la placita central de Arzúa, plaza por la que en teoría pasé hace diez años, y que no recordaba en absoluto. Se sale por la calle principal, que es la calle del albergue, y que te lleva hasta el exterior de la población rápidamente.

Salida de Arzúa, pasando por la calle más antigua de la población.



De golpe, mis compañeros alemanes se pararon y se dieron un fuerte abrazo. Y es que el camino da lugar a este tipo de situaciones.
El camino te va llevando por sitios muy agradables. Todo él, en general, está mucho más señalizado ahora, con lo que podrías ir casi a tientas, dejándote llevar, y sin casi posibilidades de equivocarte. Las flechas te acompañan en cada esquina.


¿Pero las botas no se tiraban al mar?
El río constante de peregrinos y ciclistas es numeroso, aunque no molesto. Sin embargo, es sorprendente, y casi me hace sonreir, que si me siento para atarme las botas, me puedo encontrar con varios peregrinos desconocidos que me van pasando y saludando. Eso, viniendo de un camino donde podías no ver a ningún caminante en todo el día, se te hace llamativo.
A pesar de no estar solo, mi sombra sigue acompañándome en el trayecto.



Efectivamente, en Arzúa habíamos dormido una media de 60-70-80 peregrinos, a lo sumo, que es el número justo para conocer a todos, y al mismo  tiempo poder tener tus momentos de soledad, y de reencuentro con la gente. Quizás, en la llegada, la soledad se puede convertir en más peligrosa, porque es una soledad a sabiendas de que tienes a gente que rie, que disfruta, y es importante aprender a gestionar esos momentos de soledad deseada, y de encuentros agradables.

El camino se muestra a estas alturas más señalizado que nunca, aunque los mojones han dejado de ser los del norte.
De hecho, alegra ver gente haciendo lo mismo que tú, saludándote, aunque también es cierto que a estas alturas te sigue chocando algunos estilos poco esforzados de peregrinaje, que se dan mucho en estos kilómetros: bicigrinos sin alforjas, peregrinos jubilados con una mochilita simbólica,  y más de un caminante que cuesta distinguir de turista, algo que podríamos denominar turisgrino. 

El camino, como habéis visto, te va llevando entre robledales, eucaliptus, y claros en el bosque, en un bosque rodeado de casas, carreteras, y caminos civilizados, a pesar de que en los primeros ocho quilómetros no encuentras ningún bar ni pueblo con mayúsculas. El sol, por otra parte, me fue acompañando hasta el mediodía, o sea que he podido apretar el ritmo. Eso, junto a la ampolla, que no me generaba ningún dolor, y junto al hecho de haber madrugado más que otros días, hizo que la etapa se me hiciera cortísima, acompañado intermitentemente de gente desconocida y conocida, como mis amigos alemanes, con los que he coincidido en más etapas de las pensadas en un primer momento. Supongo que el buen tiempo, y la novedad de ver tanto peregrino, han hecho que las dos primeras horas se me pasaran rapidísimas. Y ya  ahí, llegas a Salceda, donde se encuentra un curioso bar heavy-peregrinal, A Casa verde, donde descansé un ratito, y en cuyas terrazas desayuné, deseando quedarme un poquito más y aprovechar más a fondo la atmósfera del lugar. 

¿Senda sólo para peregrinas???
Eso me permitió conocer a 4 jovenes peregrinas murcianas -Nerea, Rocío, Maria y su compañera), con las que tendría más tarde otros momentos de contacto. De momento nos presentamos, hablamos un poquito, y yo seguí mi camino, siempre con peregrinos delante y detrás, a poca distancia.


Seguimos rodeados de bosques, aunque esta vez ya no son tan frondosos ni deshumanizados.

Al salir de aquel bar, volví a encontrar a mis amigos alemanes, con los que fui caminando un trecho más, pero el día se volvió a poner complicado, y empezaron a caer unas gotas. Así es Galicia. Yo fui trampeando con a capa de agua mientras pasabamos por un par de lápidas dedicadas a caminantes y peregrinos desaparecidos.


Emotivo recuerdo de un peregrino que ya nos ha abandonado.


La capa de lluvia, siempre la capa de lluvia...

Hay que vigilar con la llegada a Pedrouzo. El camino sigue por las afueras del pueblo, pero si quieres ir al Albergue tienes que entrar en el pueblo por la carretera nacional. Sin embargo, si vas un poco despistado, puedes atravesar el pueblo entero y no descubrirlo, ya que se encuentra al comienzo del pueblo, a la izquierda, en una zona baja que se hace difícil de ver si vas alegre y contento. Queda dicho para otros peregrinos. Tiene  una fachada de piedras muy bonita que olvidé fotografiar. El interior, sin embargo, es más antiguo y feote.

Últimas subidas hasta Pedrouzo.
Comi con las andaluzas con las que había hablado anteriormente, y la tarde sirvió para relajarme y estar tranquilo, ya que Pedrouzo tampoco es una localidad preciosa con grandes cosas que visitar. Puse al día mi diario, me volví a pinchar la ampolla -aunque no me dolía mucho, el liquido había vuelto a salir, y se me estaba ampliando hasta la base de los dedos, como si buscara salida. Así son las ampollas: si no las cuidas bien, aunque creas que lo tienes solucionado, y tapado debajo de un compeed, vuelven a salir y pueden ocasionarte más dificultades. Así son los problemas en la vida, también- .

La cena con los peregrinos, sin fotos, fue una de las cosas más agradable del día. Volví a cenar con Miguel, el burgalés-argentino-chileno que me sirvió de núcleo con los peregrinos nuevos, 3 gallegos cuyos nombres no recuerdo, y con Ricardo y Maika. Quienes ya me hayan leído en otras etapas, deben sonreír al fijarse, como yo me fijé, que en este caso el inductor de la cena había sido Miguel. Miguel. ¿San Miguel Arcángel, también? Yo no digo nada, pero se llamaba Miguel. De hecho, allí, en esa cena, surgió quizás el momento de grupo más emotivo de todo el camino gallego: la típica pregunta que nos ronda a todos; el típico momento de confesión. En este caso no se dio en una capilla, ni en una fuente en bosque, sino en un bar tomando una hamburguesa rápida. La pregunta: "¿Por qué haces el camino?" tuvo varias respuestas emocionantes, pero quizás las más significativas fueron las de Ricardo y Maika, cosa que hizo que desde entonces los tenga un poquito en mi corazoncito. Como he dicho en varias ocasiones, yo hago el camino para tener fe. Fe en personas como ellos. Fe en el ser humano.


De amarillo, Miguel. A la izquierda, Ricardo y Maika. Todos encantadores. (La foto es un regalo de urgencias de Ricardo Sieiro)
Dejo muestra, con una foto que no hice yo, del momento para recordar. De hecho, la conversación en sí continuó más adelante en el albergue, amenizada con mil temas deliciosos. El efecto se había producido. El camino me había vuelto a alimentar.


3 comentarios:

  1. Espectacular ..Carles ¡¡¡¡....Me han encantado todas las etapas...y las fotografias... increibles ¡¡¡..Dan ganas de teletransportarse a algunos lugares que muestran las imágenes..

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  2. Algunas de tus fotos peregrinas son alucinantes. ¿Sabes? De la primera foto que has puesto, yo hice la foto solo de la ventana. No llevaba cámara de fotos, solo el móvil que me permitía hacer poquísimas fotos, y sin embargo es una de las fotos que guardo (aunque tengo que reconocer que a veces tomaba prestada la cámara de fotos de alguien y hacía fotos y lueog me las mandaban ^^).
    Eso a lo que llamas "turisgrino", ya está por cierto bautizado como "turigrino", pero también gusta. En fin, que me encantan las fotos porque captas con ellas lo más esencial del viaje.

    Saludos.

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    1. Y a todo de esto...¿sabías que se te echa de menos? Echo de menos tomar una cervecita contigo, y hablar sobre por qué el sistema social de Australia se irá a pique por culpa de los spanish turigrins! De verdad, a ver si nos vemos...un besote gordo. ¡Y no me des la espalda! Porque la espalda....también es una ausencia!!!

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