ETAPA 23: SAN ESTEBAN DE LECES - SEBRAYO

Día de Orvallo. El orvallo es una de las múltiples maneras de llamar a la lluvia ligera del norte. Orvallo en Asturias, sirimiri en el País Vasco, aguarrías en Cantabría, o calabobos en la castilla norteña. En el norte la lluvia está bien educada, y visita frecuente pero pausadamente los campos. En mi tierra, Cataluña, las cosas no son así, y como decía Raimon "la pluja no sap ploure: o plou poc, o plou massa" - la lluvia no sabe llover: o llueve poco, o llueve demasiado-. Las sequías o las riadas son algo típico en la fachada levantina, desde las riadas del 62 en Terrassa, mi ciudad, hasta las grandes inundaciones que antaño ha habido en Valencia. 

Salida del albergue de San Esteban de Leces. Madrugada de orvallo.
Sea como sea, este día se levantó como día de orvallo. Ya la noche ha estado mojándolo todo, pero el día se mantuvo así. Los días de lluvia suave cansan mucho menos que los días de sol, pero son muy incómodos.  Todo está mojado, no se puede secar nada de la ropa del día anterior, y además te rompe el ritmo, no sabiendo cúando ponerte el chubasquero, cuando quitártelo, cuando parar porque está arreciando, o cuando seguir porque en breve va a parar. 




Yo tenía muy claro que la ruta de hoy iba a ser larga, y me había levantado bastante temprano, saliendo muy prontito, a las siete y cuarto, y a buen ritmo. Los primeros quilómetros fueron muy agradables, y cada dos por tres iba viendo calas y playitas. 

Los hórreos asturianos tienen múltiples usos. En este caso, proteger el coche de lluvia y sol.

La tranquila playa de la Vega se te presenta verdaderamente tentadora. Sólo el día, que amenazaba lluvia más intensa, te recordaba que no debes parar -al menos hoy- y que debes guardar para otro día, para otro viaje, para otro encuentro, ese encuentro más intenso con la playa. 

Playa de la Vega al fondo.





Uno se aleja de la playa de la Vega como de unos labios recien besados: suave y  cariñosamente.
A continuación uno se aleja lentamente de esa playa por una pequeña colina, una cima que te va haciendo ver de manera completa toda la playa, hasta llegar a Berbes, y siguiendo el Camino Real, llegar al Arenal de Morís, y después a Isla.

El "Camin real" nos acompaña durante unos quilómetros.




Al fondo, la población de La Isla. 

Peregrino soñando con un día de sol para tumbarse en las playitas de La Isla.

En La Isla hay un albergue, que aparenta ser muy agradable. Desde la Isla a Colunga hay un paseíto muy tranquilo de una horita. Allí, en Colunga, ha sido donde he vuelto a a encontrar a David y Eva. Como la lluvia estaba empezando a arreciar, hemos decidido comer allí, y seguir caminando después, porque aún nos quedan dos horitas. 


Después de comer tranquila y relajadamente, nos decidimos a continuar. En Colunga no hay ningún albergue, y los alojamientos son algo caritos. Hemos ido poco a poco hasta Sebrayo, con ganas de descansar y ponernos ropa seca. El camino ahora se inclina hacia el interior, y no se vuelve a ver el mar hasta la etapa siguiente. En este camino encontré una cariñosa pareja de asturianos que están haciendo el camino del norte visitando a familiares y amigos, o durmiendo en casas rurales. Una manera agradable de conocer tu tierra. Su compañía fue muy agradecida.



¿Alguien había visto antes a un burro reírse de un peregrino?


Finalmente llegamos al albergue municipal. Si uno mira por internet, se dará cuenta de que hay cierta polémica. En Sebrayo no hay tiendas, y la hospitalera permite que un señor llegue con una furgoneta para que los peregrinos puedan comprar algo. Paralelamente, aparece otro señor con peores formas y -según la hospitalera- peores sensaciones. Dejando de lado la libertad de comercio que ambos pueden tener, parece ser que las maneras y honorabilidad de este último parece estar en duda. Sea como sea, yo me ofrecí a preparar unos maravillosos espaguettis a la carbonara a mis compañeros peregrinos. Desgraciadamente lo tuve que hacer sin queso, y sin nata. ¿Cómo entonces? Bueno...quedaba algo de un queso de cabrales que Eva había comprado...y me decidí a hacer unos espaguettis carbonara...con tocino español, cabrales  y huevos asturianos. Delicioso. La cara de mis compañeros delata la bondad de mi plato. Se acompañó con unos choricitos comprados por el alemán, y un vino de la tierra comprado por Eva. 

David, Eva, Marvin y Matías. Al fondo, la perola de los "espaguettis a la cabronara", extraña mezcla de carbonara con cabrales.

Buena compañía y buena cena dan como resultado sonrisas, charla y canciones. Con el vino subido, nos dio por cantar canciones melacólicas de Jacques Brel, y de Aznavour. ¡Qué tendrá la lengua francesa, que a Eva se le escaparon unas lagrimillas! Qué tendrá el pasado, que a todos nos pone tiernos...



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