ETAPA 35: BAAMONDE - MIRAZ

Baamonde fue el albergue del camino del norte, en Galicia, donde más gente encontré. En Miraz casi duermo solo. Contrastes interesantes. Baamonde es un albergue grande, cómodo, con pequeñas habitaciones de cuatro personas, y donde el día anterior pude conversar con gente. Me despedí de mis amigos ciclistas madrileños, que habían improvisado unas cajas-maletero para poder llevar las cosas. A falta de dinero, ingenio.

Cualquier solución es buena: portaequipajes casero.

Me planteaba la etapa de hoy corta y sencilla. De Baamonde a Miraz solo hay 15 km, y es una manera de hacer una etapa puente hasta llegar a Sobrado. Es recomendable si hace mal tiempo, o si uno tiene ampollas peligrosas. En mi caso lo hice por los dos motivos. La ampolla del pie iba molestándome cada vez más, y el tiempo no prometía alegrías.

Se sale tranquilamente de Baamonde, pasando por alguna iglesia. A partir de ahí son unos pocos quilómetros tranquilos, en llano, al lado de la carretera, yendo al lado del río Parga.

A pesar de que no llovía, de momento, el río iba totalmente crecido de los días anteriores. Lo que seguramente en otros años era un cauce tranquilo, con islitas en el interior, había quedado absorbido por toda la inmensa bajada de agua que arrastraba todo lo que estuviera en medio.

El río Parga iba con un cauce explosivo.



Con buen ritmo, y sin ningún esfuerzo, se llega al puente de San Alberte y la ermita del mismo nombre, situada justo al lado del río, en un entorno delicioso. Si no hiciera tan poco que hemos salido de la ruta, sería un sitio ideal para descansar y desayunar. Sin embargo, el tiempo no acompañaba mucho, y empezaron a caer gotas de nuevo.

Puente de San Alberte. Pocas veces con ese cauce.

El entorno de la ermita de San Alberte es una tentación difícil de evitar para hacer un descansito.


Empieza una subidita aceptable, pero que se complicaba en este caso por una ruta rodeada de charquitos. Sin embargo, el entorno era delicioso, y me ha permitido hacer algunas fotos de texturas deliciosas.


El suelo era precioso, pero engañoso. Pisar ese firme conllevaba tener agua hasta en el tobillo.

El trayecto, inmerso en un bosque de robledales, debe ser precioso en cualquier estación. Así se puede ver en un invierno lluvioso, pero cualquiera se la puede imaginar en una primavera esplendorosa, o en un verano frondoso, o en ese típico otoño lleno de hojas rojas y amarillas en los árboles. Sin duda, uno de los muchos motivos para vivir en estas zonas.

Muy bonito...pero...¿te has dado cuenta de que el suelo no es suelo, sino un gran charco?



Pronto se llega a Santa Leocadia, población - si se le puede decir así- con crucero e iglesia. De hecho, eso es lo que vi, porque lo que es la población, no la vi por ningún lado. Cuatro casas diseminadas por el campo. Nadie a la vista. Descansé un ratito allí, aprovechando que la lluvia había parado, y parecia darme una tregua de un ratito para descalzarme, desayunar, y fotografiar el lugar.
Cruceiro de Santa Leocadia. Hay que continuar por la izquierda.




Continué por el camino que continua desde la iglesia, con más fe que certidumbre, y acertando en este caso. No había flecha que marcara nada, pero todo señalaba en mi interior que había que ir por ahí. De esa manera llegué a Seixón, unas cuantas casas apiladas sin ningún servicio para el peregrino, que sin embargo tenían una especie de caserón donde un señor se dedicaba a esculpir piedra.  El camino pasa justo por delante de su casa.

Llegando a Seixón. El camino es un arrozal.



A Seixón llegaba yo ya en un estado algo deplorable, bastante tocado. La ampolla estaba evolucionando, y las molestias ya no eran molestias, sino dolor.Mi gran complicación fue justo al salir de Seixón. Relajado, confiado, equivoqué la senda, saltándome una flecha. Fui durante dos quilómetros por una carretera, y al darme cuenta de que no había ninguna flecha, empecé a dudar. Y la duda es lo peor, cuando uno se encuentra mal. Te va minando el alma, y eso llega al cuerpo. Me cambié de zapatillas para ver si el dolor apaciguaba, intenté cambiar de manera de caminar, pero sin andar mal...pero lo peor era la duda. De esa manera acabé decidiendo volver atrás, para descubrir que había hecho cuatro quilómetros -dos de ida y dos de vuelta- en vano. La etapa de 14 se convertía en etapa de 18. Y eso, cuando uno espera una etapa sencilla, fácil, y va cansado y tocado, ya pasa a ser una etapa dura. Repito, no lo sería para alguien sin ampollas y con buen tiempo. De hecho, la experiencia sería totalmente diferente, con toda seguridad.



Albergue de los ingleses, en la población de Miraz. 

El Albergue de los ingleses, en Miraz, ha sido toda una experiencia, profundamente didáctica, gracias a Gabriel. Gabriel ha sido otro arcángel que en este camino ha venido a ayudarme en el momento justo, para hacerme ver cosas fundamentales y acompañarme en el camino. Paso a explicarme.

Los ingleses, desde un primer momento, se han mostrado frios y relativamente distantes. Correctos, con una sonrisa, me han recibido educadamente diciéndome que no hablaban español, y que si yo no tenía comida, lo mejor que podía hacer es comprar comida en la furgoneta-panadería que estaba pasando por el pueblo ahora mismo. Yo, que llegaba derrotado, volví a ponerme las botas, con más pena que gloria, y corrí -o me arrastré- hasta la furgoneta, para comprar una macroempanada de 1 kilo. Intuí que iba a comer empanada, a merendar empanada, y a cenar empanada.

A todo esto he de explicar que en el albergue NO HABÍA NINGÚN PEREGRINO. Yo, que me había imaginado en una cena agradable con los ingleses, todos juntos, conversando, compartiendo, intimando...me di cuenta de que me esperaba una cena solitaria de empanada, apartado en una mesa, mientras los tres hospitaleros ingleses comían sus manjares en otra mesa halbando de sus cosas. 

Y llegó mi arcángel. Llegó Gabriel, un peregrino agradable y seductor que con sus dotes y su personalidad ha sabido metérselos en el bolsillo, con su inglés, sus bromas, sus anécdotas, su vino, de tal manera que al final, gracias a mi empanada, pero sobretodo a su "saber hacer", hemos acabado en la mesa de los hospitaleros, comiendo de su queso, compartiendo el momento y el espacio. Nadie más vino al Albergue, y al día siguiente, a la hora del desayuno, los hospitaleros nos estaban esperando, y  habían preparado una misma mesa con 5 cubiertos. ¡Olé!

A la derecha, de azul, mi arcángel Gabriel. Gran personaje.

¿Qué aprendí? Pues me acordé del último anuncio de Martini. Luck is an attitude. La suerte es una actitud. Tú puedes cambiar tu destino, si sabes utilizar tus dones. Confia en ti, y moldea la realidad a tu gusto. Eso es lo que hizo Gabriel. Llegó, vio y venció. Pero no con las armas. Con su sonrisa. Con su alegría. Con su personalidad. 

Aquí os dejo el anuncio, para que os sirva también de reflexión.


4 comentarios:

  1. De Baamonde a Miraz, se pasa por delante de la casa de un Maestro Cantero, que sella las Credenciales con un sello de lacre rojo, todo un artista de esculpir y labrar las piedras.

    En Miraz hay muy cerca del Albergue, un Bar que hace bocadillos y sobre todo da cobijo a los peregrinos, mientras llegan las 16:00h. que con puntualidad Inglesa abre el Albergue.

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    1. Efectivamente, esa casa es en Seixon (hay un par de fotos). No sabía lo del sello de lacre...¡Qué interesante!. En relación a Miraz, yo también estuve en el barecito, donde te atienden agradablemente.

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    2. Exacto Carlos, Seixon, ya vi las fotos,pero no son de la casa del maestro cantero, en cambio la otra foto de la entrada de Seixon también la tengo yo.

      En mitad de esta corta etapa también hay un puesto de venta de artículos varios Jacobeos, yo compre una navaja artesana y ademas barata!

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  2. gracias por contar tus experiencias, estoy haciendo un reportaje sobre el camino del norte y me ha dado muchas ideas, en cuanto a san gabriel entiendo perfectamente lo que transmites...como pueden cambiar las cosas com una actitud abierta y alegre...

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